Presentación

 

 

En un mundo marcado por transformaciones aceleradas en lo social, lo cultural y lo ambiental, la academia tiene la responsabilidad de abordar fenómenos complejos y profundamente interrelacionados. Los estudios sobre la normalización de actitudes discriminatorias, el impacto de las tecnologías de la información en la construcción de la opinión pública, las dinámicas de poder en los espacios escolares y las barreras comunicativas frente a la crisis climática convergen en la necesidad de reflexionar sobre cómo las estructuras sociales perpetúan desigualdades y cómo el conocimiento puede contribuir a su transformación. Esta edición del Journal de Comunicación Social, el número 19, que aparece al concluir el décimo segundo año de circulación ininterrumpida de la revista de la Carrera de Comunicación Social, presenta cuatro investigaciones recientes que, desde diversas perspectivas, exploran temas críticos en la sociedad contemporánea.

El primero de ellos, partiendo del uso del término “yala” en el contexto juvenil paceño, pone de relieve cómo un discurso que aparenta promover la libertad sexual de las mujeres en realidad coexiste con estructuras patriarcales que perpetúan su cosificación. Canciones populares y expresiones culturales influyen en la percepción de las relaciones afectivas y sexuales, fomentando un clima de aparente empoderamiento que es desmentido por las barreras invisibles del estigma y la culpa. Esta paradoja evidencia cómo el capitalismo y el patriarcado instrumentalizan discursos emancipadores para sostener jerarquías tradicionales, exacerbando tensiones emocionales y sociales en las mujeres jóvenes.

Este fenómeno encuentra ecos en otras dinámicas sociales, como las estudiadas en el entorno escolar mexicano, tema del segundo artículo de esta edición, donde la cartografía social permitió visibilizar la perpetuación de jerarquías raciales a través de la distribución y uso de espacios físicos. Tanto en la escuela como en los discursos culturales, se observa que el “habitar” un espacio, físico o simbólico está cargado de significados que reproducen relaciones de poder. Así como las canciones definen qué comportamientos son aceptables para las mujeres, los espacios escolares delimitan qué identidades son valoradas o marginadas, reforzando estructuras que presentan la discriminación como algo natural o inevitable.

 

El papel de la comunicación en la configuración de actitudes, valores y creencias es central en los estudios sobre opinión pública y cambio climático. El tercer artículo da cuenta de una investigación en La Paz que revela cómo Facebook, como plataforma dominante, influye en la percepción de seguridad pública y en la radicalización de opiniones. El humor simplificado y la burbuja de filtro actúan como herramientas de framing que moldean narrativas colectivas, permitiendo el fortalecimiento de ciertas posiciones ideológicas mientras marginan otras. Este fenómeno, aunque digital, se vincula estrechamente con las dinámicas sociales en espacios físicos y simbólicos, pues la información mediada moldea las percepciones que los individuos tienen de su entorno y de las relaciones de poder que lo atraviesan.

Por otro lado, el estudio sobre barreras de comunicación frente a la crisis climática, tema del cuarto artículo, enfatiza la necesidad de una comunicación inclusiva que reconozca las diferencias culturales y de género. Este enfoque destaca que la información técnica, si no es adecuada al contexto y a las realidades de los actores sociales, puede ser ineficaz para generar acciones sostenibles. En este sentido, tanto la comunicación digital como la tradicional desempeñan un papel crucial en la transformación social. Si bien las plataformas digitales ofrecen oportunidades para amplificar voces y promover la participación, también requieren ser manejadas con cuidado para evitar reproducir desigualdades preexistentes.

Las cuatro investigaciones comparten un hilo conductor: la manera en que las estructuras sociales se reproducen a través de discursos, prácticas y espacios, perpetuando desigualdades. En el caso de la libertad sexual y el racismo escolar, estas estructuras se expresan mediante jerarquías de género y raza, normalizadas en los comportamientos cotidianos y en las relaciones interpersonales. Por su parte, la opinión pública y las barreras comunicativas frente al cambio climático reflejan cómo estas mismas jerarquías operan en el ámbito informativo, excluyendo voces y perspectivas que son esenciales para abordar problemas globales de manera inclusiva.

El análisis conjunto de estos fenómenos revela que, aunque las desigualdades puedan manifestarse en contextos específicos, comparten raíces comunes en las dinámicas de poder y exclusión. Las mujeres jóvenes que enfrentan estigmas sexuales, los estudiantes que sufren racismo en sus escuelas, los ciudadanos cuya opinión pública es manipulada por algoritmos digitales y las comunidades marginadas en proyectos climáticos son víctimas de sistemas que privilegian ciertos intereses y perspectivas mientras invisibilizan o marginan otras. Sin embargo, estas investigaciones también ofrecen estrategias para resistir y transformar estas dinámicas, subrayando la importancia de la acción colectiva, la educación y la comunicación inclusiva.

Frente a estos desafíos, la academia tiene un papel fundamental en la construcción de herramientas conceptuales y metodológicas que permitan comprender y transformar las estructuras sociales. La cartografía social, el análisis crítico del discurso, las teorías de la comunicación y los enfoques interseccionales son ejemplos de cómo las ciencias

sociales y humanas pueden aportar perspectivas integradoras para abordar problemas complejos. Al investigar cómo los espacios, los discursos y las tecnologías perpetúan o desafían las desigualdades, las y los académicos pueden contribuir a diseñar intervenciones más efectivas y sostenibles.

Es igualmente importante reconocer que estas dinámicas no son estáticas ni inevitables. Si bien las estructuras de poder tienden a adaptarse para perpetuar su influencia,    las investigaciones revisadas muestran que también existen oportunidades para cuestionarlas y reconfigurarlas. La visibilización del racismo en las escuelas, la promoción de una comunicación contextualizada en proyectos climáticos y el fortalecimiento de capacidades críticas en el uso de redes sociales son ejemplos concretos de cómo el conocimiento puede ser una herramienta de transformación social.

En conclusión, los estudios que presentamos  en  esta  edición  reflejan  la urgencia de  investigar  fenómenos  contemporáneos  desde  perspectivas  interdisciplinarias   y contextualmente informadas. La intersección de género, raza, comunicación y sostenibilidad revela que los problemas sociales más apremiantes están profundamente interrelacionados y requieren soluciones que integren múltiples dimensiones. En este sentido, la academia no solo debe limitarse a describir estas dinámicas, sino también a proponer alternativas que contribuyan a una sociedad más equitativa y resiliente.

La reflexión final radica en la importancia de un compromiso ético y crítico en la investigación académica. Temas como el racismo, la desigualdad de género, la manipulación mediática y la crisis climática no solo representan desafíos sociales, sino también oportunidades para reimaginar las estructuras y prácticas que sustentan nuestras sociedades. Al abordar estos problemas desde un enfoque inclusivo y transformador, la academia puede desempeñar un papel clave en la construcción de un futuro más justo y sostenible para todos.

 

 

Juan Carlos Salazar del Barrio Director

Departamento de Comunicación Social