Journal de Comunicación Social 12(18), 81-101 enero-julio de 2024 ISSN impresa 2412-5733; ISSN online 2413-970x - DOI: https://doi.org/10.35319/jcomsoc.2023181309
Conflictos e imaginarios en dos deslizamientos de tierra en La Paz, Bolivia
Conflicts and imaginaries in two landslides in La Paz, Bolivia
Universidad Pública de El Alto, El Alto, Bolivia kollaayar8@gmail.com orcid: https://orcid.org/0009-0005-3687-4441
Universidad Salesiana de Bolivia, La Paz, Bolivia f.zeballos.gutierrez@gmail.com https://orcid.org/0009-0002-9292-9134
Fecha de recepción: 20 de febrero de 2024
Fecha de aprobación: 18 de marzo
Resumen: La investigación estudia los imaginarios de los actores sociales en dos deslizamientos de tierra acaecidos en dos zonas de la ciudad de La Paz, Bolivia: Callapa, el año 2011, y 23 de Marzo, los años 1997, 1999 y 2002. Explora, desde el enfoque cualitativo, a través de entrevistas, los imaginarios y conflictos de los sujetos estudiados en los deslizamientos. En los dos casos revisados, se identifican dos tipos de imaginarios: en el caso de Callapa, el imaginario de modernidad estaba relacionado con el programa Barrios de Verdad ejecutado por la Alcaldía de la ciudad de La Paz, que, con el megadeslizamiento, cambió radicalmente, llegado a un imaginario de situación de riesgo; en el caso de la zona 23 de Marzo, se gesta un cambio significativo en la población que tuvo que ser reubicada de su zona de residencia habitual de La Paz a El Alto, lo que produjo un choque generacional de imaginarios entre padres e hijos.
Palabras clave: Deslizamiento, megadeslizamiento, imaginarios urbanos, movilidad residencial, estudio de caso, zona Callapa, La Paz, Bolivia, zona 23 de Marzo, La Paz, Bolivia
Abstract: The research studies the imaginaries of social actors in two landslides that occurred in the city of La Paz, Bolivia: Callapa and 23 de Marzo. In the two cases reviewed, two types of imaginaries are identified, in the case of Callapa the imaginary of modernity was related to the Barrios de Verdad Program, which changed radically with the megaland-slyde, reaching an imaginary of a risk situation; and in the case of the 23 de Marzo area, a significant change was taking place in the population that had to be relocated from its area of habitual residence of La Paz to El Alto, which produced a generational clash of imaginaries between parents and their children. This paper offers an exploration from a qualitative approach, through interviews, the imaginaries and conflicts of the subjects studied in the landslides.
Keywords: Landslide, megaland-slyde, urban imaginaries, residential mobility, case study, Callapa area, La Paz, Bolivia, 23 de Marzo area, La Paz, Bolivia.
Las laderas de La Paz se han construido fundamentalmente por dos elementos importantes: las comunidades aymaras establecidas antes de la Colonia y, posteriormente, en la República, por las oleadas migratorias. En La Paz, el espacio urbano se formó con asentamientos a lo largo del río Choqueyapu. Posteriormente, varios de los ríos fueron canalizados o embovedados facilitando el asentamiento de viviendas y la conformación de nuevas zonas o barrios en las diferentes laderas de la ciudad de La Paz. A partir de 1980, la mancha urbana creció (Cielo & Antequera, 2015) y se expandió a las laderas, lo que complicó la situación del espacio.
La ciudad de La Paz se caracteriza también por un elevado índice de migrantes, personas que llegan del interior del país y también de las provincias, quienes, motivados por buscar nuevas oportunidades en la metrópoli paceña, luego consolidan primeramente una vivienda, en el mejor de los casos propia o, de no conseguirla, una vivienda alquilada o en anticrético. Estas zonas asentadas por migrantes no cuentan con planimetría, son diseñadas de forma clandestina, y, conforme van creciendo en espacio, van gestionando su consolidación en derecho propietario y la dotación de servicios básicos. Justamente el programa Barrios de Verdad, promovido por el Gobierno Autónomo Municipal de La Paz (GAMLP), tiene como una línea de acción la regularización del derecho propietario de los inmuebles y la dotación de servicios básicos. Al mismo tiempo, se asentaron muchos migrantes en laderas, los cuales no cuentan con planimetría ni derecho propietario y carecen de servicios básicos (López García, 2018, p. 72).
La ciudad de La Paz, por su topografía, es denominada también “la hoyada”. En los últimos años, se produjeron diferentes deslizamientos, unos de mayor magnitud que otros, siendo más frecuentes en época de lluvias, en un espacio donde las características geográficas e hidrográficas son complicadas. A esto se suma el crecimiento poblacional y la extensión de la mancha urbana. En varias de las zonas afectadas por los deslizamientos, se pudo evidenciar que las construcciones de vivienda superan el máximo del peso y tamaño de inmueble permitido o calculado por las características del suelo. Al realizar una cronología sobre los deslizamientos, se puede advertir que uno de los primeros sucedió en 1996, en Cotahuma; en 1997, 1999 y 2002, acaecieron los deslizamientos de la zona 23 de Marzo; el año 2009, se produjo un deslizamiento en la zona Retamani; el 2010, hubo uno en Huanu Huanuni; en tanto que el año 2011 se produjo el megadeslizamiento en Santa Rosa de Callapa y el 2012 ocurrió en Las Lomas (El Estado Digital, 2019). Frente a estos hechos, es importante plantearse la siguiente pregunta: ¿Cuál es el imaginario de los actores y qué conflictos experimentaron en diferentes momentos detonantes?
El artículo es resultado de la investigación titulada “Conflictos e imaginarios en los deslizamientos de tierra en La Paz”, desarrollada entre los años 2021-2022. La investigación fue realizada en el marco institucional de la Maestría de Estudios Sociales Urbanos y Desarrollo del Postgrado en Ciencias de Desarrollo (CIDES) de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA). Es preciso señalar que los deslizamientos producen nuevos imaginarios. Los objetivos de la investigación fueron estudiar los imaginarios de los vecinos respecto al megadeslizamiento; identificar los principales conflictos entre el Gobierno Autónomo Municipal de La Paz (GAMLP) y los damnificados respecto a los imaginarios sociales y estudiar las percepciones y la situación social de los damnificados en sus nuevas zonas.
El artículo está organizado en dos grandes componentes: el cambio de imaginarios en el megadeslizamiento de Callapa, en primer lugar, y en la zona 23 de Marzo, en segundo lugar.
Sobre la revisión bibliográfica, se ha encontrado poca información desde las ciencias sociales respecto a los deslizamientos en la ciudad de La Paz, solo se ha podido encontrar información desde el GAMLP (2011), el Mapa de riesgo de los distritos urbanos del municipio de La Paz, que trata sobre la memoria de riesgos y las zonas de riesgo en el municipio de La Paz. Otro trabajo interesante y pionero titula: “¿Los riesgos, un problema de todos/as en la ciudad de La Paz? Las vulnerabilidades en las laderas de la ciudad de La Paz” (Salamanca, 2007), que hace referencia a que la solución al problema de los desastres no tiene que ver solamente con la prevención a las amenazas, sino que es fundamental observar las soluciones no estructurantes, como las “normas de uso del suelo en zonas de riesgo, reglamentación de normas de construcción, definición de zonas donde no se puede habitar y mecanismos que puedan hacer cumplir las normas y reglamentos citados anteriormente, reforma en los curriculums escolares” (p. 319). Por esto, es importante trabajar, dirá el autor, sobre las vulnerabilidades; tiene que ver con empoderar a la comunidad, mejorar los ingresos para que puedan tener viviendas más habitables, romper el clientelismo político y del control del mercado de tierras. Finalmente, un trabajo valioso es la monografía que lleva por título Deslizamientos acaecidos en la ciudad de La Paz, Macchiavelli Borjes (2017). En este trabajo, se presenta 69 fichas técnicas con imágenes satelitales, describiendo con precisión la zona, la fecha de deslizamiento, la ubicación geográfica, las causas, los efectos, etc. También el autor presenta algunas de las causas que producen los deslizamientos: explotación de áridos, margen oriental del río Orckojahuira, sector Kalajahuira, trabajo “hormiga”, corte de pie de talud, tala indiscriminada de árboles en áreas verdes para edificación de viviendas, invasión de áreas no aptas para construir, ocupación de aires de río, evacuación de aguas servidas en áreas de alta pendiente, erosión hídrica por aguas subterráneas y/o superficiales, propiedades intrínsecas del suelo de fundación, características litológico-estratigráficas, movimiento de tierras sin supervisión especializada, falta de redes de alcantarillado, omisión de estudios previos de campo y laboratorio con personal especializado.
En el caso de los imaginarios urbanos, estos constituyen un tipo especial de imaginarios sociales porque incluyen el sentido del espacio urbano (Lindón, 2007) y, al incorporarlo, marcan, de modo decisivo, la morfología urbana y las prácticas de los distintos actores sobre el espacio. En ese marco, Lefebvre (1972) sostiene que la producción del espacio distingue las prácticas espaciales que corresponden al espacio percibido; es decir, a la experiencia material de producción y reproducción social; las representaciones del espacio, articuladas al espacio concebido propio de los expertos, científicos y planificadores; y los espacios de representación, en relación con el espacio vivido, que es el que correspondería a los ciudadanos y habitantes, ámbito de la imaginación y lo simbólico dentro de la experiencia material.
Alicia Lindón (2007) considera que los imaginarios urbanos, como enfoque para estudiar la ciudad, representan una forma de descifrar subjetividades colectivas acerca de la construcción social y permanente de la ciudad y la vida urbana ... lo cual incluye de manera insoslayable la espacialidad (p. 46). El espacio urbano es:
El resultado de una historia que debe concebirse como la obra de ‘agentes’ o ‘actores’ sociales, de ‘sujetos’ colectivos, que operan por impulsos sucesivos, emitiendo y formando de manera discontinua (relativamente) capas de espacio …. Las cualidades y propiedades del espacio urbano son resultado de sus interacciones, de sus estrategias, de sus éxitos y fracasos (Lefebvre, 1972, p. 133).
Por su parte, Bailly (1989) sostiene que la imbricación de tiempo y espacio se afirma en la mezcla entre lo real y lo imaginario: “la polisemia de los espacios vividos, la superposición de representaciones hace obligatorio este nuevo enfoque” (p. 16).
Vera et al. (2019) propone tres formas de enfocar el análisis de los imaginarios: ciudad vivida, ciudad percibida y ciudad concebida, que tienen relación con las categorizaciones propuestas por Lefebvre. La ciudad vivida se encuentra en lo que denominamos el imaginario desde la ciudad, porque rescata la perspectiva subjetiva de los ciudadanos para dar cuenta de los modos de vivir la ciudad, los significados que adquieren ciertos lugares. Sería la mirada desde abajo y permite considerar procesos de uso y apropiación de la ciudad practicada (p. 18).
La ciudad percibida es aquella donde se indagan, principalmente, las significaciones imaginarias a través de las representaciones culturales. La ciudad concebida es la que se vincula especialmente con el ámbito del urbanismo, la arquitectura y la política. Es la mirada desde arriba. Imaginario de la ciudad. Estos procesos inciden, a su vez, en los modos subjetivos de apropiación de la ciudad, que son accesibles a partir de las prácticas, los modos de vida y las intervenciones estéticas de diversos grupos sociales (Vera et al., 2019, p. 20).
Finalmente, es importante comprender el espacio y el lugar para el presente trabajo, así como las afirmaciones de Massey (2012), quien hace referencia al espacio como producto de interrelaciones, donde se presentan multiplicidades, y es producto de las relaciones en el espacio como constitución de las subjetividades. El autor afirma lo siguiente: “El espacio, así, es el producto de las intrincaciones y complejidades, los entrecruzamientos y las desconexiones, de las relaciones, desde lo cósmico, inimaginable, hasta lo más íntimo y diminuto. El espacio, para decirlo una vez más, es el producto de interrelaciones” (p. 173).
Se realizó una investigación exploratoria con un enfoque cualitativo. Se llevaron a cabo siete entrevistas semiestructuradas; los criterios para la selección de nuestros entrevistados fueron: a familias que vivieron los hechos. Asimismo, con la metodología bola de nieve, buscamos a otros vecinos informantes. Se hizo la consulta de información secundaria como documentos de Convenio Interinstitucional, Ordenanzas Municipales, Mapa de Riesgos del GAMLP, el informe de Centros Infantiles de Emergencia sobre los diferentes conflictos y se acudió a notas periodísticas de La Razón, la Agencia Boliviana de Información (ABI) y Página Siete por plataformas digitales. El trabajo de campo se realizó en dos casos (figura 1).
Figura 1 Geomorfología de La Paz, Bolivia
Fuente: López García (2018, p. 72).
El primer caso es el de Callapa, ubicada en el macrodistrito de San Antonio, en la ladera este de la ciudad de La Paz; esa zona se vio afectada por un deslizamiento de enorme magnitud, que se lo puede denominar como megadeslizamiento. El segundo caso de estudio es la zona 23 de Marzo, ubicada en el macrodistrito de Cotahuma, ladera oeste de la ciudad. En ese lugar, se produjo un deslizamiento pequeño que afectó a diez familias. A partir de la información obtenida, se realizó un análisis del discurso para poder comprender el imaginario social.
En la figura 2, se reconocen tres fases de análisis de la investigación: antes del deslizamiento, durante el deslizamiento y después de la reubicación.
Figura 2
Imaginarios en las etapas del megadeslizamiento
Fuente: elaboración propia.
En la investigación, se pudo identificar que, en ambas zonas de deslizamiento, se identificaron cambios de imaginarios en la población afectada. En los siguientes subapartados, se expondrán los resultados específicos para cada zona.
De manera sucinta se puede afirmar que en Callapa, una vez consolidada como “barrio de verdad” desde el año 2005, cuando la comuna paceña realizó diferentes obras de consolidación del espacio urbano, se puso énfasis en un barrio con mayores niveles de seguridad, producto del deslizamiento, la población cambió su imaginario de modernidad a un imaginario de zona de riesgo. Por su parte, en el caso de la zona 23 de Marzo, se juega el imaginario de pertenencia a la ciudad de La Paz, que es reconocida como una urbe con mayores niveles de desarrollo y urbanismo. Esto determina que las personas afectadas se resistan a cambiar su residencia a la ciudad de El Alto, ya que esto significa para ellos un posible retroceso en su desarrollo o en su pertenencia a la ciudad capital.
El año 2011, la ciudad de La Paz, ubicada a más de 3.600 msnm, caracterizada por una topografía accidentada, donde las construcciones de las casas se edifican entre montañas, ríos y quebradas, fue afectada por un hecho natural que decantó en un deslizamiento de tierra que, por su magnitud fue denominado “megadeslizamiento”; fue afectada una superficie de aproximadamente cien hectáreas, comprendidas entre las zonas de Callapa, Valle de las Flores, Kupini II y Jokoni. Todas esas zonas están ubicadas en el macrodistrito de San Antonio. El terreno poco a poco se fue desplomando, afectando a más de 1.200 familias; todas esas familias tuvieron que ser reubicadas en campamentos en zonas próximas como Pampahasi, Kupini Central y Ciudad del Niño. Desde nuestra área de estudio, queremos identificar los diferentes imaginarios sociales que se presentaron antes, durante y después del denominado Megadeslizamiento.
La ciudad de La Paz está edificada sobre ríos, montañas y quebradas. Todas las zonas que circunscriben en el contorno del eje central, son denominadas “laderas”, caracterizadas por su topografía irregular donde las edificaciones se las realizan en lomas que son adaptadas precariamente para la construcción, y los ríos son canalizados o embovedados. En estas zonas donde las edificaciones se realizan de forma clandestina, en algunos casos, posteriormente se requieren trabajos de regularización, no solo jurídica sobre los títulos, sino técnica operativa del suelo y los procesos urbanos.
El año 2005, el GAMLP creó el programa Barrios de Verdad, con el apoyo de diferentes organismos de cooperación internacional, cuyo objetivo era anular la marginalidad urbana de barrios ubicados en las laderas de la ciudad para dotarlos de condiciones de habitabilidad óptimas.
Vera et al. (2019) describen a la ciudad como aquella que se vincula especialmente con el ámbito del urbanismo, la arquitectura y la política (p. 18). En este sentido, el posicionamiento de la imagen de un “barrio de verdad”, como fue llamado, responde a una política municipal mediante la cual se pretende posicionar la imagen de un barrio moderno cuyas necesidades básicas fueron atendidas. Esta idea de modernidad pretendía generar una distinción en los habitantes según el barrio donde vivían, para motivar de este modo a que otras zonas gestionaran para ser parte del programa.
El megadeslizamiento afectó a varias zonas: Callapa, Pampahasi Bajo, Valle de las Flores, Kupini II, Joconi y Escobar Uría. Los cuatro últimos eran Barrios de Verdad, lo que presuponía que eran zonas seguras. Este aspecto es identificado en las entrevistas realizadas:
La zona era estable, todo se desarrollaba con normalidad… (vicepresidente de la zona de Valle de las Flores, comunicación personal, 22 de noviembre de 2021), Teníamos nuestras casas, habían parques, guarderías, el río estaba canalizado, no pensábamos que todo eso podía pasar, porque era un “barrio de verdad”… (vecina de Kupini II, comunicación personal, 22 de noviembre de 2021)
Era un “barrio de verdad”, que se convirtió en una zona de construcción de edificios en el borde de los cerros y se empezó a poblar sin esa previsión y control (vecina de Kupini II, comunicación personal, 22 de noviembre de 2021); La zona tenía todas las medidas de seguridad, vías asfaltadas, gaviones, canalización de ríos (exdirectora del GAMPL, comunicación personal, 23 de noviembre de 2021).
Desde esos testimonios, identificamos que el imaginario instituyente de “barrio de verdad = zona moderna y segura” se consolidó en el imaginario colectivo y llegó a ser dominante en toda la población. El programa Barrios de Verdad fue impulsado por el Gobierno Municipal de La Paz, con la finalidad de regularizar la situación clandestina de los predios en las laderas, proyectando la ejecución de obras de estabilización, el mejoramiento de vías y la dotación universal de los servicios básicos. De este modo, pretendía generar en los habitantes de estas zonas un sentimiento de que su barrio dejaría de ser un barrio inseguro, que se convertiría en un “barrio de verdad”. Eso también generaba un estatus de diferenciación con otros habitantes de la ciudad paceña, quienes aún no vivían en un “barrio de verdad”.
Para que se genere un cambio de imaginarios, debe producirse un evento detonante. Consideramos que el megadeslizamiento cambió la percepción de la población sobre las zonas afectadas y otras aledañas; asimismo, dio lugar a que las familias damnificadas buscaran un espacio para resguardar sus pertenencias y, posteriormente, un espacio donde habitar.
El caos y la desesperación son identificados en los testimonios obtenidos, tal como nos relatan nuestros entrevistados:
No sabíamos dónde estaban los demás, cada uno trataba de recuperar sus cosas, no sabíamos dónde teníamos que ir, nos subimos nomás a Pampahasi..., pensábamos que iba seguir cayendo las casas, tuvimos que irnos hasta el otro lado, a la cancha (vicepresidente de la zona de Valle de las Flores, comunicación personal, 22 de noviembre de 2021).
Todo hemos perdido, no nos ha dado tiempo para sacar las cosas todo, daba miedo, las casas seguían cayendo, no sabíamos dónde ir... (vecina de Kupini II, comunicación personal, 22 de noviembre de 2021).
Brindamos primeros auxilios, apoyo psicológico, recuperación psicoafectiva frente al desastre natural, que significó sumarse a las familias para rescatar las cosas, había incertidumbre y desesperación (representante de la organización no gubernamental Aldeas Infantiles La Paz, comunicación personal, 23 de noviembre de 2021).
Por otro lado, se gestaba el imaginario de “zona de desastre y necesidad”. La Alcaldía paceña, en palabras del alcalde de entonces, Luis Revilla, calificó al suceso como el “mayor desastre de las últimas décadas” (Eabolivia.com, 2011, párr. 1) y el Ministerio de Defensa indicó que “la situación es dramática” (Eabolivia.com, 2011, párr. 1). Desde la Alcaldía, se afirmó que en la ciudad había 37 zonas de riesgo, y que el proyecto Barrios de Verdad “tiene el objetivo de estabilizar las zonas” (“La Paz, aún”, 2011, párr. 11). Roger Quiroga (2011), experto de la organización no gubernamental Oxfam, afirmó: “Más del 70% de La Paz está en riesgo y hay que trabajar en la prevención” (párr. 10).
En esa misma gestión, el GAMLP (2011) publicó el Mapa de riesgos de los Distritos Urbanos del Municipio de La Paz (figura 3). En este se identifican 36 zonas de muy alto riesgo en todos los macrodistritos de La Paz (pp. 111-113).
En ese marco, la imagen de seguridad de las laderas se modificó radicalmente y se generó una imagen de inseguridad, instituyéndose el imaginario de “zonas de riesgo”, ante cualquier eventualidad de desastre que se pueda generar.
Las familias afectadas fueron acomodadas temporalmente en nueve campamentos (Aldeas Infantiles SOS Bolivia, 2011), donde recibieron el apoyo de donaciones. Esto fue generando un ambiente de comodidad en los damnificados, quienes se fueron acostumbrando a mostrar esa imagen de “necesitados”, según los funcionarios de la Alcaldía, y poder mantener la ayuda que recibían. Los siguientes testimonios nos muestran esta realidad:
A un principio tenían todo, llegaban donaciones que teníamos que organizar para entregar, pues los vecinos se peleaban por tener más y lo mejor, se acostumbraron también a eso, a que cada día tengan comida, a que llegue alguna institución con donaciones. El apoyo de las instituciones humanitarias era esporádico, cubrían necesidades básicas de educación, alimentación higiene, llegaban vituallas, la mayoría era asistencialista, lo que generó un enfoque asistencialista, ya no querían salir de las carpas, conmovían a los visitantes con sus historias para seguir recibiendo apoyo en su condición de afectados (exdirectora del GAMLP, comunicación personal, 23 de noviembre de 2021).
A partir de esa tragedia, los damnificados, con todo el apoyo de asistencialismo que recibían de parte de las instituciones gubernamentales y no gubernamentales, empezaron a tener una vida asistencialista, lo que no permitió la resiliencia de las
familias, tal como nos muestra la siguiente entrevista:
Había una buena organización en las familias que estaban en las carpas, para que se atiendan a sus niños y niñas, se abrieron a la participación, hasta el tercer mes, luego comenzó las discrepancias entre los vecinos que habitaban las carpas …. Un enfoque de vida asistencialista, una mirada de lástima, generó actitudes negativas y no resiliencia, al principio era bonito, se organizaba y coordinaban acciones, habían líderes de carpas, con el tiempo se distorsionó, eran conformistas, los llevaban a los niños a los centros de niñez solamente para dejarlos y ellos ya no se esforzaban por buscar un trabajo, empezaron a magnificar las historias, para generar esa imagen de afectados (representante de la organización no gubernamental Aldeas Infantiles La Paz, comunicación personal, 23 de noviembre de 2021).
Es así que la imagen de “necesitados” generó un estado de confort en los damnificados, aspecto que fue reconocido por las autoridades y las instituciones, que se quedaron hasta la última etapa de apoyo.
Figura 3
Mapa de riesgos del municipio de La Paz, 2011
Fuente: GAMLP (2011).
La ayuda económica y las donaciones a los campamentos ya no eran sostenibles; la pasividad, la dejadez y la conformidad de la mayoría de los albergados en los campamentos generó lo que denominamos un estado de confort. Era importante impulsar un evento detonante, que en este caso sería la reubicación de las familias en nuevas zonas, asignándoles terrenos o viviendas para que puedan restablecer sus hogares.
se conformó una mesa técnica a la cabeza del COE [Comité de Operaciones de Emergencia Municipal] y del Gobierno Autónomo Municipal de La Paz, en base a los estudios de las instituciones que se quedaron hasta el final, quienes proyectaron una alternativa de vivienda, se brindaron dos posibilidades: una en El Alto, zona Mercurio, condominio Wiphala, y el otro cerca a Apaña, otro condominio (exdirectora del GAMLP, comunicación personal, 23 de noviembre de 2021).
Esta situación de reubicación fue un factor que generó una ligera etapa de crisis en los afectados; por un lado, había algunos (inquilinos) que estaban de acuerdo en obtener una vivienda propia, así sea distante del lugar donde ellos vivían; pero, por otro lado, los vecinos propietarios de viviendas afectadas se resistían a una reubicación distante de la zona afectada.
Ellos tenían una dinámica laboral en La Paz, trabajo, colegio de los niños, la cercanía; en las nuevas opciones no tenían esas alternativas, transporte, servicios básicos y luz. Ellos respondían a una situación que habían alcanzado, las condiciones eran buenas, había una estructura nueva, transporte, era una zona semiresidencial, el irse a El Alto y Apaña era como cambiar de estatus, bajar a otro estatus (representante de la organización no gubernamental Aldeas Infantiles La Paz, comunicación personal, 23 de noviembre de 2021).
Vera et al. (2019) nos dicen que la ciudad vivida busca en lo que denominamos el imaginario desde la ciudad, porque rescata la perspectiva subjetiva de los ciudadanos para dar cuenta de los modos de vivir la ciudad, los significados que adquieren ciertos lugares, como pueden ser los espacios públicos, monumentos o barrios. En esta etapa de reubicación, postmegadelizamiento, se identificó que estos elementos subjetivos, relacionados con los sentimientos y emociones que tienen las personas sobre el lugar donde viven primaron en la no aceptación a ser trasladados a otras zonas y, en una segunda etapa, buscar el retorno para la rehabitabilidad de la zona afectada.
Varios vecinos fueron reubicados en viviendas y condominios construidos por las autoridades nacionales en la ciudad de El Alto, como se lee en la siguiente nota:
El vicepresidente Álvaro García Linera entregó el viernes 128 viviendas a las familias damnificadas por el mega deslizamiento de tierra registrado el 26 de febrero de 2011 en la zona de Callapa y Valle de las Flores, de la ladera este de la ciudad de La Paz (Agencia
Boliviana de Información [ABI], 2014b, párr. 1).
Pero esa situación no garantizó el uso y posesión de los inmuebles. Con el pasar de los años, las familias, además de contar con la vivienda dotada por el gobierno de turno, comenzó a retornar para poblar nuevamente las áreas donde hace años se encontraban sus viviendas. El entonces viceministro de Vivienda y Urbanismo, Bony Morales, lo solicitó en los siguientes términos:
“Pedimos a las familias registradas y que aún no se trasladaron a las unidades habitacionales repuestas por el Estado Plurinacional en favor de los damnificados ... trasladarse y ocupar los departamentos construidos en la ciudad de El Alto” (ABI, 2014a, párr. 2).
Vecinos reurbanizan tres sectores del megadeslizamiento de 2011 en La Paz... entre pajonales, arbustos y vías de tierra, las construcciones de ladrillo, cemento y calamina se multiplican en Santa Rosa de Callapa, Santa Rosa de Azata y Valle de las Flores, afectadas por el megadeslizamiento de 2011 (Tapia, 2019, párr. 1).
Podemos mencionar que, en el caso de Callapa, existió un imaginario instituyente de modernidad relacionado con los “barrios de verdad”. A partir del momento detonante, se construye otro tipo de imaginario relacionado con la “zona de desastre y necesidad”, con lo que los damnificados pasan a un estado de riesgo y miedo. A partir de ello, posteriormente surge entre los necesitados una zona de confort, lo que no permitió la resiliencia, esto también fomentado por las autoridades municipales, nacionales y no gubernamentales. Finalmente, en la última etapa, surge un imaginario de habitabilidad de centro-periferia, principalmente por los dueños de las viviendas que no estaban dispuestos a reemplazarlas por otras viviendas ubicadas en condominios ubicados en la ciudad de El Alto y en Apaña. Por esta razón, retornaron a sus viviendas, a pesar de haber sufrido el deslizamiento. Al respecto, se puede señalar que hubo un conflicto respecto a los imaginarios entre lo urbano central, entendido como lo moderno y lo alejado, entendido como lo atrasado.
En el caso de la zona 23 de Marzo, ubicada en Alto Tejar, Macrodistrito Max Paredes, de la ladera paceña, se produjeron tres deslizamientos: en febrero de 1997, en 1999 y el 10 de mayo de 2002. Se puede decir que hubo tres momentos detonantes de conflictividad para la construcción de imaginarios de los actores sociales: primero, la ocupación del espacio; segundo, los dos deslizamientos en la zona 23 de Marzo; tercero, la movilidad residencial de La Paz a El Alto, donde obtienen nuevos imaginarios y surgen nuevos conflictos entre vecinos y la Alcaldía.
El primer momento detonante de conflictividad se produjo en la ocupación del espacio, cuando varias personas sin terreno, denominadas “loteadores”, ocuparon terrenos en la zona 23 de Marzo; sin embargo, años antes, los policías, en su mayoría sargentos y suboficiales, los habían comprado de los dueños.
Según relatos de nuestros entrevistados, varios vecinos fueron ocupando en su mayoría la zona 23 de Marzo por el año 1990. Sin embargo, anteriormente los policías habían comprado los terrenos de una vecina, doña María Loza, tal como lo relata nuestro entrevistado.
Cuando yo estaba en la institución policial, en ese lapso de tiempo, nos ha venido a ofertar un terreno de compra y venta, la señora María Loza; por ende, los policías nos hemos entrevistado con la señora Loza, para hacer compra y venta, todos los policías, bomberos, y nos hemos comprado, que es un lugar La Hoyada, Alto Tejar, nos ha vendido y posteriormente extendido la minuta, después nosotros hemos [hecho] registrar en Derechos Reales (vecino de la zona 23 de Marzo, comunicación personal, 3 de diciembre de 2021).
Sin embargo, muchos de los policías que habían comprado los terrenos de doña María Loza, no vivieron en los terrenos. Por ese motivo, las personas que no tenían terrenos comenzaron a ocuparlos. Según relatos de los entrevistados, solo dos policías recuperaron sus terrenos, mediante presión y negociación.
Ellos primero vinieron a explorar, esto era un basural más antes (vecino de la zona 23 de Marzo, comunicación personal, 24 de noviembre de 2021).
Ellos eran loteadores, nosotros nos compramos de doña María Loza. A nosotros nos odiaban ellos, porque éramos del otro lado. La misma Alcaldía les ha dado sus documentos porque apoyaron en la campaña política (vecino de la zona 23 de Marzo, comunicación personal, 24 de noviembre de 2021).
Los antecedentes de esta apropiación son los siguientes. En las elecciones municipales de 1995, según un relato de nuestro entrevistado, muchos vecinos apoyaron y lograron tener documentos de propiedad o, en el mejor de los casos, lograr cierta legitimidad. Esto ocasionó que se produjeran conflictos entre vecinos por la ocupación del espacio. Asimismo, había un conflicto entre vecinos respecto a los imaginarios y a la identidad de procedencia grupal; podemos señalar que, como el espacio, en este caso las laderas, es ocupado por migrantes aymaras de primera y segunda generación, quienes son considerados como “loteadores”, y los policías son también de bajo rango y de extracción aymara, existe una ciudadanía diferenciada basada en clase y etnia en la ocupación de los espacios (Arbona, 2020).
El deslizamiento puede ser considerado como un segundo momento detonante de imaginarios y conflictividad entre diferentes actores, la Alcaldía y los vecinos. Este se inició en febrero de 1997, cuando el cerro se deslizó sobre la casa de una vecina, un día antes del deslizamiento, momento en el que un hecho no común sucedió y fue relacionado con lo espiritual en el mundo andino.
En esa tarde me he saludado con la señora [la inquilina que vivía en su casa], misma que estuvo cargada de su bebé como a las nueve de la noche, pero su esposo me dijo al día siguiente que no eran ellos, que a esa hora ya se encontraban descansando, pero después del saludo ya no han entrado a su puerta. Al día siguiente, con el rostro y cabello empolvados y vestimentas bañadas en tierra, el esposo de la señora [ella falleció debido al deslizamiento], contó que noche antes fueron al cerro, junto a su esposa y su wawita a hacer sus necesidades [porque eran pocos los vecinos que tenían pozo ciego, la mayoría tenía que ir al cerro]. Sin embargo, arriba en el cerro vio una especie de piedrita que emanaba una luz y que él la alzó, pero que su esposa le dijo que lo botara y no llevara nada” (vecina damnificada de la zona 23 de Marzo, comunicación personal, 24 de noviembre de 2021).
Con este imaginario de la ciudad vivida o practicada, basada en la subjetividad de nuestra entrevistada que sufrió el deslizamiento, estaba señalando que algo malo tenía que ocurrir; en el mundo andino, cuando una persona o su alma visita una casa es que se está despidiendo para fallecer. Nuestra entrevistada se dio cuenta de que era el alma de su inquilina la que se estaba despidiendo, cuando le preguntó al esposo, que por suerte, había sobrevivido a semejante desgracia. Según el relato de nuestra entrevistada, el inquilino se había salvado porque estaba durmiendo en la esquina de su habitación; en cambio, su esposa no, el tumbado cayó sobre ella y sobre su bebé. El bebé sobrevivió, pero estaba muy herido. Su padre lo llevó a un centro de salud para que sea atendido; pero el bebé no resistió.
Después del suceso trágico, en el caso que mencionamos, los vecinos no fueron conducidos a ningún albergue, la Alcaldía solo ordenó que se debía desalojar la casa. Al respecto, menciona la entrevistada: “Los de la Alcaldía nos han dicho: desalojen no más, esa vez estaba Gabi Candia en 1997” (vecina damnificada de la zona 23 de Marzo, comunicación personal, 24 de noviembre de 2021).
Las redes familiares le sirvieron mucho a doña Miriam: después del suceso, se alojó en la vivienda de su hermana; luego, alquiló un espacio para poder vivir. Desde ese tiempo, solicitó a la Alcaldía que sea reubicada. Posteriormente, ocurrió otro deslizamiento, el 10 de mayo de 2002, con lo cual fueron afectados 10 vecinos. Esto fue verificado en la Ordenanza Municipal GAMLP N° 268/2012, en la lista de beneficiarios de lotes de terreno en la Urbanización Illimani. Anteriormente, en 1999, se había producido otro deslizamiento en la zona 23 de Marzo; en esa ocasión, resultó afectado don Isac junto a su familia y su cuñado. A partir de ese hecho, se sumaron más vecinos damnificados. Por esa razón, los vecinos empezaron a elaborar una lista de los que fueron afectados con el deslizamiento para ser entregada a la Alcaldía. En ese momento estaba como alcalde Juan Del Granado Cossío; él, según nuestra entrevistada, fue más operativo, y preparó un convenio interinstitucional firmado entre la Alcaldía de La Paz y la Alcaldía de El Alto, que en ese momento estaba en manos de José Luis Paredes. En ese convenio, firmado el 16 de marzo de 2001, se establece lo siguiente:
El objeto del Convenio consiste en la concertación de los términos de la transferencia de las superficies de terreno descritas en los incisos a) y b) de la Cláusula Primera de propiedad del Gobierno Municipal de La Paz, en beneficio del Gobierno Municipal de El Alto y la transferencia a damnificados de acuerdo a la Cláusula siguiente (GAMLP, 2001, p. 3).
Posteriormente, el deslizamiento del 10 de mayo de 2002 perjudicó a varios vecinos. Pudimos hallar una nota de prensa que relata los hechos ocurridos ese día. Don Eulogio Maraza cuenta:
Ahorita estoy de duelo, mi hermana y sus dos hijos están enterrados allí adentro. Yo vivo aquí, estaba en la cocina queriendo lavar mis platos y de repente he escuchado un ¡boom! Cuando he salido a ver, la casa de Venecia se había llenado de tierra. Caí de rodillas al piso porque ya no podía hacer nada más (La Razón, 2002, párr. 2).
Todos los damnificados recibieron propuestas para ser reubicados en las urbanizaciones Cristal I y II de Senkata o zona Illimani en Río Seco, que habían sido habilitados para recibir a los damnificados de distintos deslizamientos. Al parecer, según una nota de prensa de La Razón (2002), había coordinación entre la Alcaldía y el Ministerio de Vivienda realizada durante el Gobierno de Jorge Quiroga. Según el relato de nuestra entrevistada, Miriam Quispe, funcionarios fueron a conocer y observar las urbanizaciones Cristal I y II (El Alto, Senkata, Distrito 8); a ellos les parecía que estaban muy alejadas del centro paceño, donde tenía la mayoría de sus actividades. Después fueron a observar las viviendas ubicadas en la zona Illimani Municipal (cerca de la actual Alcaldía de El Alto, denominada Jach’a Uta); ese lugar también les parecía alejado; pero, a diferencia de Senkata, no era tan distante del centro paceño. Además, precisaban que, entonces, la avenida Bolivia, estaba totalmente asfaltada, solo que no todavía no se contaba con líneas de minibuses (automóviles de transporte público).
El tercer momento detonante fue la reubicación de los damnificados a otra zona denominada Illimani Municipal, ubicada en el Distrito 4 de Río Seco, en el Puente Bolivia, entre la avenida Bolivia y la avenida Costanera de El Alto. Un primer elemento es la movilidad residencial del municipio paceño a la ciudad de El Alto. Este hecho produjo diferentes imaginarios sociales respecto a cambiar de residencia entre los hijos e hijas y sus padres; muchos hijos e hijas de nuevas generaciones estaban acostumbrados a vivir en las laderas cercanas al centro paceño; por la ubicación de sus viviendas, construyeron un imaginario de centro y periferia, donde el centro es considerado como moderno y la periferia sería la no moderna, relacionada, además, con lo indígena. Estos discursos e imaginarios instituidos como dominantes (Castoriadis, 1975/1983) los podemos encontrar en nuestra entrevistada.
Mis hijos no querían ir a vivir a El Alto, decían que era frío y lejos. Las laderas era más cerca al centro paceño (vecina damnificada de la zona 23 de Marzo, comunicación personal, 23 de noviembre de 2021). Mi papá decía: vamos a vivir en la ciudad industrial. Mis hermanos decían: no vamos a ir donde los p’asp’as [cara rajada por el frío del altiplano] (hija de la vecina damnificada de la zona 23 de Marzo, comunicación personal, 23 de noviembre de 2021).
Hubo, sin duda, un choque intergeneracional de imaginarios entre padres e hijos respecto a cambiar de residencia; se entendió que era un cambio abrupto. A estos imaginarios se les puede denominar “imaginarios racializados”. En algunos casos, si bien vecinos recibieron un terreno en El Alto, actualmente no viven allí, sus lotes en la zona municipal Illimani están baldíos, como sucede con 10 lotes. Según los mismos vecinos no viven allí porque tienen otra casa en La Paz; además, sus hijos no quieren ir a vivir a El Alto. Un informe del GAMLP, del 30 de noviembre de 2010, indica que seis vecinos no viven allí y siete son observados, no se detallan las causas. Según nuestra hipótesis, existía justamente este choque de imaginarios respecto a vivir en el centro, y que El Alto era considerado lo no moderno, lo no civilizado, tal como lo manifiesta nuestra entrevistada en la cita anterior, donde sus hermanos relacionaban a los pobladores alteños con el campo, con lo no moderno, con la cara p’asp’a, es decir, con la cara quemada y pasada con el frío.
Posteriormente, surgieron nuevos conflictos en la nueva residencia de El Alto. En primera instancia, se produjo un conflicto entre vecinos; es el caso del proceso judicial sobre la dotación y la adjudicación de un lote de terreno de doña Benigna Arancibia contra Villasanti. Pudimos encontrar el documento del proceso judicial en el cual doña Benigna manifiesta que su terreno fue avasallado por don Villasanti con el consentimiento de los dirigentes de la zona.
De la relación del hechos denunciados, el documento de la dotación y/o adjudicación de lote de terreno, en favor de los damnificados, de zona San Simón de Villa Fátima, se infiera la probable existencia del delito de avasallamiento del terreno del GAMEA tipificación provisional, salvo mejor criterio de Sr. Fiscal de Materia (Denuncia avasallamiento de tierras, EAL 1603986,15-04-2016).
Asimismo, actualmente sigue habiendo conflictos entre la Alcaldía paceña y los damnificados sobre los documentos de propiedad; varios damnificados aún no tienen el documento de propiedad; por su parte, la Alcaldía paceña se deslinda de responsabilidad, argumentando que “el GAMEA es el dueño de los terrenos, que con ellos se debería solucionar o en su defecto cancelar una suma de dinero”, como indica un vecino damnificado de la zona 23 de marzo. Al respecto, menciona nuestra entrevistada:
No nos han entregado el documento hasta el momento, no tenemos título de propiedad, hasta ahora no hay nada ... resultado es de El Alto, y los de Alcaldía de El Alto nos están diciendo que paguen, quieren que paguemos 10 mil dólares (vecina damnificada de la zona 23 de Marzo, comunicación personal, 24 de noviembre de 2021).
En el caso de la zona 23 de Marzo, se presenta una conflictividad entre diferentes imaginarios entre lo urbano central, es decir, lo moderno y lo alejado, es decir, lo atrasado; además, se presenta un choque generacional de imaginarios entre padres e hijos. El cambio residencial de La Paz a El Alto, como un cambio forzado, repercute en nuevos imaginarios y conflictividades entre diferentes generaciones; pero, al mismo tiempo, la resiliencia de los vecinos que afrontan en la actualidad nuevos conflictos en la ciudad de El Alto con la Alcaldía alteña.
Los imaginarios urbanos son las representaciones sociales, percepciones que tienen los grupos sociales sobre la ciudad y la vida urbana. Vera et al. (2019), Lefebvre (1972), Lindón (2007) hacen mención a que las personas tienen la capacidad de construir sus imaginarios desde la ciudad vivida, porque se construye desde abajo y rescata la subjetividad de las personas. Empero, esta construcción de imaginario no es interna o autónoma solamente, sino también externa; es impuesta al individuos como hechos sociales externos, lo que hemos denominado como ciudad concebida, que sería una mirada desde arriba, relacionada con la modernidad-capitalista.
Un elemento sustancial es que los imaginarios no son de carácter estático, sino dinámico como producto de interrelaciones y constitución de subjetividades por las condiciones materiales y sociales. Asimismo, es que en los espacios sociales neocoloniales se forman imaginarios racializados, principalmente porque la percepción que tienen las personas se basa en centro-periferia y también en la etnia como ocupación de un espacio determinado. Finalmente, hemos podido observar que existe un choque de imaginarios sociales a pesar de pertenecer a un mismo grupo social principalmente por los imaginarios dominantes y la ciudad percibida.
Las limitaciones de la investigación son que no se ha podido acceder a toda la documentación que los mismos vecinos tienen en su poder, esto por desconfianza. Una de las fortalezas es que, en cierta medida, hemos abordado temas no estudiados sobre los imaginarios urbanos producto de los deslizamientos en La Paz. Las implicaciones del estudio tienen que ver con cómo los imaginarios urbanos desde la ciudad concebida y percibida influyen en la construcción de identidad y, al mismo tiempo, en el choque de imaginarios entre diferentes generaciones de padres e hijos respecto al imaginario de centro y periferia. También es relevante la dinámica de poder que hemos podido observar en el caso de la zona 23 de Marzo, es decir, cómo las relaciones de poder afectan la percepción y el uso del espacio urbano y los conflictos legales respecto a los terrenos que tienen los damnificados con la Alcaldía Municipal de El Alto y de La Paz en la ciudad de El Alto.
Es importante seguir investigando sobre los diferentes imaginarios que producen el cambio de residencia en los diferentes deslizamientos en La Paz. Algunas de las investigaciones pendientes serían los imaginarios de los damnificados en los condominios Wiphalas, ubicados en la ciudad de El Alto, en los que se encuentran damnificados de diferentes deslizamientos acaecidos en varias zonas de la ciudad de La Paz como San Jorge, Kantutani, Inmaculada Concepción y 14 de Septiembre.
En el caso del megadeslizamiento de Callapa, identificamos tres etapas (antes, durante y después del megadeslizamiento), en las que se generaron diferentes imaginarios sociales. En la primera etapa, el imaginario instituyente era el de posicionar una imagen de barrio moderno y seguro, producto de diferentes obras realizadas, orientadas a mejorar la habitabilidad de las zonas y seducir a vecinos de otras zonas a gestionar y buscar calificar para ser beneficiario del programa Barrios de Verdad. Es así que el imaginario “barrios de Verdad = barrio moderno y seguro” pasó a consolidarse como un imaginario dominante en la población paceña, especialmente en las laderas.
El evento detonante fundamental que construye un nuevo imaginario social es el megadeslizamiento, que genera en una primera etapa un clima de caos y crisis en las familias afectadas; pero también en vecinos de otras zonas de las laderas. El imaginario instituyente es el de “zona de riesgo”, salvaguardando cualquier contingencia que pudiera suscitarse en esta ciudad, para que no sea atribuida a las autoridades municipales, sino a un desastre natural. Sin embargo, en las familias afectadas, el imaginario de situación de riesgo genera un estado de confort, lo que representa mayor gasto y falta de sostenibilidad para las autoridades. Por ello, las autoridades buscaron la reubicación de las familias. Este aspecto se constituyó en un evento detonante que posteriormente gestó que se vaya instituyendo el imaginario de “zona de habitabilidad” en las familias afectadas, quienes, por factores subjetivos y desde una mirada desde adentro, hacen primar la posibilidad de retornar a sus zonas de origen, aquellas donde tenían sus viviendas y desarrollaban su cotidianidad. Este imaginario de centro-periferia y clase/ etnia fue sustancial, en especial para los damnificados propietarios que percibían como un cambio de estatus, bajar a otro estatus, es decir, cambiar, a El Alto y Apaña.
Un elemento común en ambos casos es que el imaginario instituido desde el poder es la modernidad y el centro-periferia. El imaginario de la ciudad percibida, es decir, vivir en el municipio de La Paz, se relaciona con la idea de vivir en la ciudad, lo civilizado; asimismo, tener “casa, aunque sea en la punta del cerro”, hacía que los pobladores vivieran cada día con el miedo y el riesgo, o en el caso de Callapa, retornaran a sus viviendas sin importar la situación. Aunque es contradictorio, también, ya que según el estudio de Durán et al. (2007), la casa representa una red de seguridad ante cualquier desgracia familiar, pero en el presente estudio la vivienda representa el riesgo y el miedo con tal de vivir cercano al centro paceño.
La idea de modernidad estaba relacionada con los “barrios de verdad”, como un paso importante de lo salvaje a la modernidad. En el caso de Callapa, este imaginario fue trascendental; en cambio, para los damnificados de la zona 23 de Marzo, no lo fue en la misma magnitud, ya que muchos de ellos no conocieron la implementación del programa Barrios de Verdad, más bien su imaginario social ha estado relacionado como una ciudad percibida, es decir, ligada a El Alto, con una ciudad industrial y pujante.
Otra diferencia importante entre ambos casos fue que en la zona 23 de Marzo los damnificados no fueron a los campamentos, lo que no produjo en ellos una dependencia con los organismos no gubernamentales y gubernamentales. Sin embargo, el cambio de residencia, sin duda, fue un momento detonante para la transformación de imaginarios. En el caso de 23 de Marzo, cambiaron de un imaginario instituido dominante de centralidad y de “casa aunque en la punta del cerro”, a una ciudad de El Alto distinta, a la que poco a poco tuvieron que adaptarse, aunque esto fue también difícil para los hijos e hijas de los damnificados, que tenían instituidos diversos imaginarios dominantes de centro-periferia. En cambio, en Callapa, muchos damnificados resistieron a ese proceso de movilidad residencial; en el presente estudio se encontró a seis vecinos de 23 de Marzo que fueron dotados de terrenos en la zona Municipal Illimani (El Alto), pero muchos vecinos dijeron que no habían ocupado sus terrenos. En el caso de Callapa, pudimos observar que muchos damnificados retornaron a Callapa, dejando terrenos o viviendas que les habían dotado.
En los diferentes momentos detonantes, ha existido y existen diferentes conflictos y cambios de imaginarios sociales. En Callapa, el imaginario de modernidad estaba relacionado con los “barrios de verdad”, que, con el megadeslizamiento, cambió radicalmente, llegando a un imaginario de situación de riesgo en la que se genera un estado de confort y de asistencialismo sin sostenibilidad, y finalmente a un imaginario de “zona de habitabilidad” en las familias afectadas, las que, por factores subjetivos, retornan a sus zonas de origen, sin importar el riesgo y el miedo, también, por un imaginario de centro y periferia, y cambio de estatus social por el lugar donde viven.
En la zona 23 de Marzo, de vivir en las laderas de La Paz a vivir en El Alto, se lo denominó ‘movilidad residencial’. Sin duda, es un cambio abrupto. Asimismo, los conflictos legales respecto al título de propiedad persisten, siguen en la actualidad en la incertidumbre y están en manos de los diferentes gobiernos municipales que son ineficientes y burocráticos, según nuestros entrevistados.
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Nota: Declaramos que ningún tipo de conflicto de intereses ha influido en la elaboración de este artículo.